En los últimos años ha resurgido una práctica promovida por ciertos sectores alternativos de salud: el consumo de agua de mar como método para mejorar la hidratación, aportar minerales o “reconectar con lo natural”. A pesar de sus supuestos beneficios, esta práctica carece de fundamento fisiológico y puede implicar riesgos reales para la salud. En este artículo analizamos la evidencia científica al respecto y aclaramos por qué el agua de mar no es apta para el consumo humano.
El origen del mito: René Quinton y el "plasma marino"
A principios del siglo XX, el fisiólogo francés René Quinton propuso que el agua de mar tenía una composición similar al plasma sanguíneo y que, al ser diluida, podía tener efectos terapéuticos. Sus ideas fueron populares durante un tiempo, pero nunca fueron validadas por la ciencia médica moderna, y hoy se consideran desactualizadas [1].
La realidad fisiológica: el agua de mar deshidrata.
El agua de mar contiene aproximadamente 35 gramos de sal por litro, principalmente en forma de cloruro de sodio. Esto la convierte en una solución hipertónica respecto al plasma humano, que tiene una osmolaridad promedio de 280–295 mOsm/kg, frente a los más de 1000 mOsm/kg del agua de mar [2].
Beber agua con esta concentración de sodio no hidrata, sino que incrementa la pérdida de agua corporal debido al gradiente osmótico que extrae líquido de las células hacia el intestino y aumenta la carga renal para excretar el exceso de sal [3]. El resultado puede ser deshidratación progresiva e hipernatremia, una condición que altera el equilibrio de agua y sodio en el cuerpo, con potenciales consecuencias neurológicas [4].
¿Qué ocurre si se diluye?
Algunas personas diluyen el agua de mar (por ejemplo, 1 parte en 3 de agua dulce) para reducir su salinidad. Aunque esto disminuye los riesgos osmóticos, no garantiza seguridad sanitaria ni justifica su consumo. No existe regulación sobre la composición química ni microbiológica del agua recolectada en el mar, y no hay evidencia que indique que esta práctica aporte beneficios fisiológicos en personas sanas [5].
Contaminación y riesgos microbiológicos
El mar es un ecosistema abierto, no una fuente estéril. El agua puede contener microorganismos patógenos como Vibrio, E. coli, Salmonella, virus entéricos y protozoos, especialmente en zonas cercanas a la costa, puertos o áreas con descargas urbanas e industriales [6]. Asimismo, se ha documentado la presencia de metales pesados como mercurio, plomo, cadmio y arsénico en aguas marinas de diversas regiones [7].
No existe ningún estándar de potabilidad que apruebe el agua de mar como apta para el consumo humano.
¿Y los minerales?
Es cierto que el agua de mar contiene ciertos minerales como magnesio, calcio o potasio. Sin embargo, no son necesarios ni eficientes desde el punto de vista nutricional. La alimentación balanceada ya provee estos elementos en cantidades adecuadas y en formas altamente biodisponibles. Además, en el agua de mar están presentes en proporciones variables y acompañados de sodio en niveles perjudiciales [8].
Lo que dice la evidencia.
Hasta la fecha, no existen ensayos clínicos controlados que demuestren beneficios del consumo de agua de mar en humanos sanos. Las afirmaciones sobre sus efectos positivos suelen basarse en anécdotas, argumentación no científica o creencias sin respaldo empírico. Las principales organizaciones de salud, como la OMS, no reconocen al agua de mar como fuente segura de hidratación ni de aporte mineral [9].
Resumen
El consumo de agua de mar no es una práctica respaldada por la ciencia. Desde el punto de vista fisiológico, no favorece la hidratación; desde el punto de vista sanitario, puede representar un riesgo por su contaminación microbiológica y química; y desde el punto de vista nutricional, no ofrece ventajas frente a una alimentación equilibrada y el acceso a agua potable.
Promover su uso como solución alternativa puede resultar no solo ineficaz, sino perjudicial. Es importante que las recomendaciones en salud y nutrición estén basadas en evidencia científica sólida y no en argumentos anecdóticos o ideologías pseudocientíficas.
Referencias
- Quinton, R. (1904). L’eau de mer, milieu organique. Librairie Fischbacher. [Obra histórica sin validación científica actual]
- Brubakk, A. O., & Neuman, T. S. (2003). Bennett and Elliott’s Physiology and Medicine of Diving. Elsevier.
- Sawka, M. N., et al. (2007). “American College of Sports Medicine Position Stand: Exercise and Fluid Replacement.” Med Sci Sports Exerc, 39(2), 377–390.
- Adrogué, H. J., & Madias, N. E. (2000). “Hypernatremia.” N Engl J Med, 342(20), 1493–1499.
- Franco, R., & Martínez, M. (2014). “Evaluación de la composición y seguridad del agua de mar para consumo humano.” Rev Esp Salud Pública, 88(4), 445-456.
- Leclerc, H., et al. (2002). “Microbial agents associated with waterborne diseases.” Critical Reviews in Microbiology, 28(4), 371–409.
- Sivaperumal, P., et al. (2007). “Heavy metal concentrations in fish, shellfish and sediment from Bay of Bengal, India.” Food Chemistry, 102(3), 612–620.
- World Health Organization (2017). Guidelines for drinking-water quality: Fourth edition incorporating the first addendum.
- FAO & WHO (2011). Codex Alimentarius: General Standard for Bottled/Packaged Drinking Waters (Other than Natural Mineral Waters).
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